AUDIOCUENTO: Pinocho

Había una vez, un carpintero llamado Gepetto, que sabía hacer hermosos juguetes. Un día decidió fabricar en su taller un títere con forma de niñoY llamarlo Pinocho; fue una obra muy especial para Gepetto, en la que puso todo su amor y toda su dedicación.

Al llegar a su casa, los esperaba un hada buena que quería convertir a Pinocho en un niño de verdad para cumplir el deseo de Gepetto. Por eso, decidió dejar uno de sus grillos para cuidarlo.

Y le advirtió:
—Para ser un buen niño, debes obedecer a tu padre y decir siempre la verdad.

El día en que Pinocho comenzaba la escuela, el buen Gepetto vendió su abrigo
para comprarle un libro.

—Pero, papá, ahora tendrás frío —le dijo Pinocho, emocionado por
la generosidad de su padre.

—Tú simplemente intenta aprender todo lo que te enseñen —le respondió
Gepetto con una sonrisa.

Sin embargo, en cuanto pusó un pie en la calle, Pinocho se olvidó de la escuela.

Escuchó una música alegre y vio que provenía de un teatro de títeres.

Cuando entró, los títeres se pusieron muy contentos:

—¡Sube al escenario y juega con nosotros, niño de madera! —lo llamaban.

Pinocho trepó al escenario y causó gran confusión
porque los títeres se pusieron tan contentos que
se olvidaron la letra de la obra. Entonces apareció el director del teatro.

—¿Quién ha provocado semejante lío en mi obra de títeres?

—Me llamo Pinocho —dijo temeroso—. Yo… iba para la escuela
y cuando vi el teatro y me distraje, y… Quise ver a los títeres, entré.

El director comprendió que Pinocho no había querido
causar problemas, pero lo aconsejó de que volviera a la escuela.

—¡Cri, cri! Deberías haber escuchado a tu padre —le dijo el grillo.

Pinocho se dirigió, otra vez, a la escuela. Pero cuando estaba por llegar,
se le acercó un niño llamado Dante.

—La escuela es aburrida, Pinocho. Será mejor que vengas conmigo
a la Tierra Mágica, donde no necesitas estudiar y todo está hecho de dulces y caramelos.

—¡Qué maravilloso! —exclamó Pinocho—. ¡Iré contigo!

—¡Pinocho, regresa! —le suplicó el grillo, pero Pinocho no lo escuchó,
y subió a un carruaje conducido por un hombre extraño.

En la Tierra Mágica, los niños se divertian mucho y no hacían nada. Pero un día, ¡algo terrible sucedió! Al despertarse, se dieron cuenta de que ya no eran más niños, ¡sino burros! El hombre que los había llevado hasta allí, decidió venderlos a un circo. Cuando los llevaban, Pinocho saltó al mar para escapar, y, antes de caer al agua, sintió la presencia del hada buena volvió a convertirlo en un títere de madera, ya no era un burro. Su alegría duró poco, porque una enorme ballena se lo tragó.


“¡Ah! —pensó Pinocho— ¿por qué no escuché a Gepetto?”. El hada buena y el grillo lo protegieron, dentro de la ballena estaba su padre con una vela encendida y una expresión de preocupación en el rostro.

—¡Papá, mi buen papá! —gritó Pinocho y corrió hacia él a abrazarlo—. ¡Estoy tan feliz de verte!

Gepetto le contó como la ballena lo había deborado, junto con su bote,
mientras lo buscaba. Afortunadamente, tenía fósforos y velas
pero había comenzado a perder la esperanza de salvarse
y encontrar a su amado hijo.
—No te preocupes, papá, encenderemos un fuego
dentro del estómago de la ballena, ella estornudará
y nos arrojará afuera —le aseguró Pinocho luego de pensar un rato.

—Buena idea —dijo Gepetto, orgulloso.

Entonces, juntos encendieron un fuego.
La ballena empezó a sentir calor y a inquietarse. Abrió la enorme boca,
estornudó muy fuerte, y padre e hijo se encontraron en el medio del mar.

Una enorme ola los atrapó, pero otras pequeñas olas los llevaron a la orilla.
Pinocho tragó mucha agua y se desmayó, y Gepetto estaba muy asustado.

Pero, como siempre, el hada buena volvió a apareció y le dijo:

—Tu niño esta vivo —dijo con suavidad—. En verdad, desde ahora él será un niño real.

Y tocó a Pinocho con su varita mágica.

—¡Cri, cri! —se escuchaba al grillo—. ¡Me encantan los finales felices!

Carlos Collodi
(Versión de Paula
Moreno)