¿Por qué el mar es salado?

En 1740, el naturalista veneciano A. Moro sugirió que el origen de los océanos y de la sal que contenían debía buscarse en los volcanes. A finales del siglo XVIII, esta hipótesis provocó una ardiente disputa entre los científicos: algunos –los neptunistas– atribuían el origen de las rocas a la cristalización de minerales en los océanos, en un período temprano tras la creación; otros –los plutonistas– pensaban que todas las rocas y toda el agua provenían de las entrañas de la Tierra.

Hoy en día sabemos que el océano primitivo era muy parecido a los manantiales cálidos de las regiones volcánicas: humeante, hirviente, ácido: nada propicio para la aparición de la vida. Pero los ácidos reaccionaron con las rocas y degradaron sus componentes menos estables: cantidades cada vez mayores de sales, como el cloruro de sodio, sulfatos, bicarbonato de calcio y bicarbonato de sodio, por nombrar solo a los principales, se incorporaron a las cuencas oceánicas y estas se hicieron progresivamente más saladas.

Uno de los mayores aportes de sales al océano es el producido mediante el lavado de los continentes que efectúan las lluvias y los ríos, debido a la gran capacidad de disolución que tiene el agua: la lluvia que cae sobre la tierra contiene dióxido de carbono disuelto que se encuentra en el aire; esto causa que el agua de lluvia sea un poco más ácida debido al ácido carbónico que se forma por la mezcla del dióxido de carbono y el agua. La lluvia al caer erosiona las rocas, el ácido las disuelve y sus minerales pasan a los arroyos y ríos llegando finalmente a los océanos.

Otro aporte de sal lo constituyen los llamados sistemas hidrotermales: grietas en la superficie del planeta de las cuales fluye agua caliente y que se encuentran comúnmente en lugares que son volcánicamente activos donde el magma está relativamente cerca de la superficie del planeta. El agua caliente que expulsan disuelve minerales de la corteza y los lleva al océano.

Un último proceso que lleva sal a los océanos es la erupción de los volcanes bajo el agua, este caso es similar al caso anterior en el que el agua del mar disuelve algunos de los minerales de la roca caliente.

Sin embargo, desde hace más de 200 millones de años la salinidad del mar permanece estable, es decir que el contenido en sales ha alcanzado un estado de equilibrio y probablemente los océanos no se harán más salados. Esto es posible dado que las sales contribuyen a la formación de nuevos minerales en el fondo marino a una velocidad similar a aquella con la que los ríos, los procesos hidrotermales y las erupciones volcánicas submarinas introducen sales en los océanos.

En resumen, cuando el agua entra en contacto con las rocas de la corteza terrestre, ya sea en la superficie de la Tierra o en la corteza oceánica, algunos de los minerales de la roca se disuelven y pasan al océano, donde se forman nuevos minerales a la misma velocidad que se añaden; por lo tanto, el contenido en sales del agua del mar permanece en equilibrio.

Jacques Cousteau, Enciclopedia del Mar, Barcelona, Ediciones Folio, 1993. (Adaptación).

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