Seis personajes en busca de autor

(Nota: la comedia no tiene actos ni escenas. La representación es interrumpida una primera vez, sin que baje el telón, cuando EL DIRECTOR y EL ASISTENTE DE DIRECCIÓN se retiran para ponerse de acuerdo acerca de los telones y los ACTORES dejan libre el escenario; y una segunda vez, cuando por error, el tramoyista baja el telón.) Los espectadores entrando en la sala del teatro, encuentran el telón levantado, y el escenario tal como está durante el día, sin bastidores, ni escenas, casi a oscuras y vacío, para que tengan desde el principio la impresión de un espectáculo sin preparar. […] (EL PORTERO DEL TEATRO entra en la sala, con el gorro de galones en la cabeza y luego de haber recorrido el corredor central, se acerca al escenario para anunciar al DIRECTOR la llegada de los SEIS PERSONAJES, quienes entraron también en la sala, siguiéndolo a cierta distancia, un poco turbados y perplejos, mirando a su alrededor.)[…]


PERSONAJES:

EL PADRE tiene alrededor de cincuenta años: con pocos cabellos en las sienes, pero no calvo, de cabello rojo, con bigotes tupidos que rodean la boca todavía fresca, a menudo abierta con una sonrisa incierta y vana. Pálido, sobre todo en la amplia frente; ojos azules redondos, muy brillantes y agudos; usa pantalones claros y traje oscuro: a veces es melifluo, a veces tiene reacciones ásperas y duras.

LA MADRE está como aterrorizada y aplastada por un peso intolerable de vergüenza y de depresión. Cubierta por un tupido velo de viuda, está vestida humildemente de color negro, y cuando levanta el velo, muestra un rostro no demacrado sino como de cera, y tendrá siempre los ojos bajos.

LA HIJASTRA, de dieciocho años, es atrevida, casi desfachatada. Hermosísima, ella también está vestida de luto, pero de llamativa elegancia. Muestra desdén por el aspecto tímido, afligido y casi perdido del hermanito, enjuto jovencito de catorce años, también de luto; y en cambio, muestra una vivaz ternura hacia la hermanita, una niña de alrededor de cuatro años, vestida de color blanco con una cinta de seda negra en la cintura.

EL HIJO de veintidós años, alto, casi rígido en un contenido desdén hacia el padre y una ceñuda indiferencia hacia la madre, lleva un sobretodo violeta y un largo echarpe verde alrededor del cuello.


EL PORTERO. —(Con el gorro en la mano.) Disculpe, señor Director.

EL DlRECTOR. —(De repente, descortés.) ¿Qué sucede ahora?

EL PORTERO. —(Tímidamente.) Están aquí ciertas personas, que preguntan por usted. (EL DIRECTOR y LOS ACTORES se dan vuelta sorprendidos para mirar hacia la sala, desde el escenario.)

EL DIRECTOR. —(Nuevamente enfurecido.) ¡Pero yo aquí estoy ensayando! ¡Y usted sabe bien que durante el ensayo no puede pasar nadie! (Dirigiéndose al fondo.) ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?

EL PADRE. —(Adelantándose un paso, seguido por los demás, hasta llegar a una de las escalerillas.) Estamos aquí en busca de un autor.

EL DIRECTOR. —(Entre sorprendido y aireado.) ¿De un autor? ¿Qué autor?

EL PADRE. —De uno cualquiera, señor.

EL DIRECTOR. —Pero aquí no hay ningún autor porque no estamos ensayando ninguna comedia nueva.

LA HIJASTRA. —(Con alegre vivacidad, subiendo con rapidez la escalerita.) ¡Mucho mejor, mucho mejor, entonces, señor! Podríamos ser nosotros su comedia nueva.

ALGUNO DE LOS ACTORES. —(Entre los vivaces comentarios y las risas de los demás.) ¡Oh, escuchen, escuchen!

EL PADRE. —(Siguiendo a la HIJASTRA sobre el escenario.) ¡Sí, pero si no está el autor! (Al DIRECTOR.) A menos que quiera ser usted...

( LA MADRE, con LA NIÑA de la mano, y EL JOVENCITO suben los primeros peldaños de la escalerilla y se quedarán a la espera. El HlJO se quedará abajo, enojado.)

EL DIRECTOR. —Señores, ¿ustedes están bromeando?

EL PADRE. —No, ¡qué está diciendo, señor! Al contrario, le traemos un drama doloroso.

LA HIJASTRA. —¡Y podríamos ser su fortuna!

EL DIRECTOR. —Pero háganme el favor de irse, ¡no tengo tiempo para perder con locos!

EL PADRE. —(Herido y melifluo.) ¡Oh!, señor, usted sabe bien que la vida está llena de infinitos absurdos, los cuales, descaradamente, no tienen ni siquiera necesidad de parecer verosímiles, porque son verdaderos.

EL DIRECTOR. —Pero, ¿qué diablos dice?

EL PADRE. —Digo que puede considerarse realmente una locura, sí señor, esforzarse por hacer lo contrario; es decir crear absurdos verosímiles para que parezcan verdaderos. Pero permítame hacerle observar que, si es locura, esta es justamente la única razón de su oficio. (LOS ACTORES se agitan, indignados.)

EL DIRECTOR. —(Levantándose y mirándolo de arriba abajo.) ¿Ah, sí? ¿Le parece un oficio de locos, el nuestro?

EL PADRE. —Sí, hacer parecer verdadero lo que no lo es, sin necesidad, señor, como un juego. ¿No es su oficio dar vida, sobre el escenario, a personajes frutos de la fantasía?

EL DIRECTOR. —(Enseguida, haciéndose intérprete de la indignación creciente de sus actores.) ¡Pero yo le ruego que crea que la profesión del cómico, querido señor, es una noble profesión! Si actualmente los señores comediógrafos nuevos nos dan para representar estúpidas comedias y fantoches en lugar de hombres, ¡sepa que es nuestro orgullo haber dado vida –aquí, sobre estas tablas– a obras inmortales!

(LOS ACTORES, satisfechos aprueban y aplauden a su director.)

EL PADRE. —(Interrumpiendo y apremiando con vehemencia.) ¡Eso es! ¡Muy bien! ¡A seres vivos, más vivos de los que respiran y llevan vestidos! Menos reales, tal vez, ¡pero más verdaderos! ¡Tenemos la misma opinión!

(Los ACTORES se miran entre ellos asombrados.)

EL ASISTENTE DE DIRECCIÓN. —¡Pero cómo! Si antes decía...

EL PADRE. —No, disculpe, lo decía por usted, señor, que nos gritó que no tenía tiempo que perder con los locos, mientras que ninguno mejor que usted sabe que la naturaleza utiliza la fantasía humana como instrumento para continuar, en forma más elevada, su obra de creación.

EL DIRECTOR. —Está bien, está bien. ¿Pero a qué conclusión quiere llegar con esto?

EL PADRE. —A nada, señor. Demostrarle que se nace a la vida de muchas maneras: árbol o piedra, agua o mariposa... o mujer. ¡Y que se nace también personaje!

EL DIRECTOR. —(Con fingido e irónico estupor.) Y usted, ¿con estos señores que lo rodean, nació personaje?

EL PADRE. —Justamente, señor. Y vivos, como nos ve.

(EL DIRECTOR y LOS ACTORES estallan de risa como burlándose.)

EL PADRE. —(Ofendido.) Lamento que se rían así, porque llevamos dentro de nosotros, lo repito, un drama doloroso, como ustedes, señores, podrán deducir de esta mujer cubierta por un velo negro. (Extiende la mano hacia LA MADRE para ayudarla a subir los últimos escalones y, siempre teniéndola de la mano, la conduce con cierta trágica solemnidad hacia el otro lado del escenario, que es iluminado inmediatamente por una fantástica luz. LA NlÑA y EL JOVENCITO seguirán a LA MADRE; luego EL HlJO, que se mantiene apartado, en el fondo; después LA HIJASTRA, que se aparta ella también hacia el proscenio, apoyada sobre el borde del escenario. LOS ACTORES, al principio estupefactos, luego admirados por esta evolución, estallan en aplausos como ante un espectáculo que se les hubiera presentado.)

EL DIRECTOR. —(Antes asombrado, luego indignado.) ¡Pero vamos! ¡Hagan silencio! (Luego, dirigiéndose a los personajes.) ¡Y ustedes váyanse! ¡Salgan de aquí! (Al ASISTENTE DE DIRECCIÓN.) Por Dios, ¡libere la sala!

EL ASISTENTE DE DIRECCIÓN. —(Adelantándose, pero luego deteniéndose, como retenido por una extraña incertidumbre.) ¡Fuera! ¡Fuera!

EL PADRE. —(Al DIRECTOR) Pero no, vea, nosotros...

EL DIRECTOR. —(Gritando.) ¡Pero, basta, nosotros aquí tenemos que trabajar!

EL PADRE. —(Resuelto, adelantándose.) ¡Yo me sorprendo ante su incredulidad! ¿No están ustedes acostumbrados a ver saltar a los personajes creados por un autor, vivos, aquí arriba, uno frente al otro? ¿Tal vez porque no hay allá (Indica la fosa del APUNTADOR) un guión que nos contenga?

LA HIJASTRA. —(Presentándose delante del DIRECTOR, sonriente, halagadora.) Créame, señor, que somos realmente seis personajes, ¡muy interesantes! Aunque frustrados.

EL PADRE. —(Alejándola.) ¡Sí, frustrados, está bien! (Al DIRECTOR, inmediatamente.) En el sentido de que el autor que nos dio vida en su fantasía, no quiso luego, o no pudo, llevarnos al mundo del arte. Y fue un verdadero delito, señor, porque quien tiene la suerte de nacer como personaje vivo, puede reírse incluso de la muerte. ¡No muere nunca más! Morirá el hombre, el escritor, instrumento de la creación; ¡la criatura no muere jamás! Y para vivir eternamente ni siquiera necesita dotes extraordinarias o realizar prodigios. ¿Quién era Sancho Panza? ¿Quién era don Abundio? Y, sin embargo, viven eternos, porque –semillas vivas– tuvieron la suerte de encontrar una matriz fecunda, una fantasía que supo crear y alimentar, ¡hacerlos vivir por toda la eternidad!

EL DIRECTOR. —¡Todo lo que dice está muy bien! ¿Pero qué quieren ustedes aquí?

EL PADRE. —¡Queremos vivir, señor!

El DIRECTOR. —(Irónico.) ¿Por toda la eternidad?

EL PADRE. —No, señor; al menos un momento, en ustedes.

UN ACTOR. —¡Oh, mira, mira!

LA PRIMERA ACTRIZ. —¡Quieren vivir en nosotros!

EL ACTOR JOVEN. —(Señalando a LA HIJASTRA) Yo con mucho gusto, ¡si me tocara el papel de ella!

EL PADRE. —Atención, atención, la comedia está por hacerse. (Al DIRECTOR.) Pero si usted quiere y sus actores quieren, ¡nos pondremos enseguida de acuerdo entre nosotros!

EL DIRECTOR. —(Molesto.) ¿Pero qué quiere acordar? ¡Aquí no se hacen este tipo de acuerdos! ¡Aquí se representan dramas y comedias!

EL PADRE. —¡Está bien! ¡Vinimos aquí, a verlo a usted, justamente para esto!

EL DIRECTOR. —¿Y dónde está el guión?

EL PADRE. —Está en nosotros, señor. (LOS ACTORES se ríen.) El drama está en nosotros, somos nosotros, y estamos ansiosos por representarlo, ¡así como desde dentro nos apremia la pasión!

LA HIJASTRA. —(Burlona, con pérfida gracia y con cargada desfachatez.) Mi pasión, ¡si usted supiera, señor! Mi pasión... por él.

EL PADRE. —(Con gesto airado.) ¡Tú quédate en tu lugar, por ahora! ¡Y te ruego que no te rías así!

LA HIJASTRA. —¿No? Entonces permítanme: si bien huérfana desde hace apenas dos meses, ¡miren, señores, cómo canto y cómo bailo! […]

Luigi Pirandello, Seis personajes en busca de autor,
Buenos Aires, Longseller, 2009. (Fragmento).

1. Buscá información en enciclopedias, Internet o en algún libro de literatura argentina y escribí acerca del contexto de la obra y la vida del autor.

2. ¿Qué efecto te produce el hecho de que no aparezcan nombres propios para designar a los personajes? ¿Por qué elegirá el autor este recurso?

3. En algunos parlamentos, los personajes reflexionan acerca del teatro y de la posibilidad de representar la realidad. Releelos y escribí tu opinión al respecto.

Si necesitás entregar esta actividad como tarea, sacá una captura de pantalla y enviásela a tu docente.

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